Décimas de juguete
«Décimas de juguete» sirve para jugar, para emprender el viaje. Comprar un libro es pagar un billete de ida hacia un lugar desconocido. Escrito por David Pulido e Ilustrado por Tania Coello.
Yo me subí a sus páginas y fui encontrándome un elenco de personajes: Laura, que tiene dos colmillos; la brujita enamorada; la doncella ofendida; el marinero enamorado; el pirata… También hay guiños que nos recuerdan que la literatura es real y tangible como Elvis o el inagotable don Quijote y su escudero. Todos ellos, imaginables o no, te acompañan de la mano por el ritmo constante que desprende los versos de David Pulido y que nos cantan canciones sobre la amistad, el pacifismo, el mar o el amor… El valor de los amigos / yo lo mido en calidad / porque mucha cantidad / pesa y luego no da abrigo.
Las referencias al espacio natural son constantes: al barranco, al cielo, a las montañas, al mar…, e incluso le dedica dos poemas con estrofas realmente bellas: Mar: acuática pradera / o pasto azul pareces / donde rumian lentos peces / su memoria marinera. Yo creo, y es una interpretación libre, que más que el autor situarnos al lector, es el propio escritor quien necesita de estas referencias, para anclar sus ideas y centrar la fuerza en lo que realmente le importa: explicarnos cómo se siente ante las cosas sencillas de la vida.
Hubo un momento de la lectura en el que disfruté de manera especial: es cuando David funde narrativa y oralidad para contarnos algo, rompiendo la frontera de los diez versos. Me refiero, más concretamente a «El ratón y la montaña» y a la «Canción del Pirata Mediapata». Porque la oralidad, las canciones, los versos improvisados o no, cuentan historias reales que disfrazamos, no para engañar al lector, sino para jugar al escondite. Y en ese juego, David se siente cómodo, porque le encanta colocarse detrás, para dejar que sus personajes, ocupen la primera fila.
El aroma sencillo y sensible, eficaz y práctico de algunas de sus estrofas: Son las nubes la escalera / de la estrella matutina: / con sus rayos se encamina / hacia el cenit de la esfera; contrasta con la desfachatez de otras: ¡No se admite gente boba / que no cante mis canciones!; o con la mirada pícara en algunas: Él la mira. Ella guiña. / En su jaula ríe el canario; o con el humor de otras tantas: Con su garfio de hojalata / en el triste camarote / de su viejo cascarote / se emborracha Mediapata. / De repente lo rescata / de su amor a la botella / una grácil, una bella / señorita en camisón.
Mi viaje no ha hecho más que empezar. Yo me he subido al vagón de Tania y David. Y quiero invitarle a que ustedes también lo hagan y les aconsejo, nuevamente, que se dejen llevar, que vacíen sus maletas, que se dejen mecer por el traqueteo constante de sus rimas y que no tengan miedo si se adentran en algún túnel largo y oscuro: Tania nos iluminará con su luz y David nos tranquilizará con sus palabras.