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Del lado bueno, manual práctico para derribar muros

¡Qué se sigan cayendo las rabias y los muros!
¡Qué se caigan también, esos muros también!
Que ahí estaremos todos para verlos caer.

La canción es «Berlín 90». La cantaba el cantautor Pedro Guerra cuando pertenecía al grupo «Taller canario de la canción». Podría ser perfectamente la banda sonora de este libro, «Del lado bueno». Un álbum publicado por Kókinos, de las autoras Marido Viale y Stéphanie Marchal.

El 9 de noviembre 1989 cayó el muro de Berlín. Pero no ha sido suficiente. Queda el de Tijuana, en la frontera de Mexico con Estados Unidos; quedan las vallas entre Corea del Norte y Corea de Sur, entre Macedonia y Grecia, entre la India y Pakistan o entre España y Marruecos; quedan muros, como el de Palestina o el de Belfast.

También hay miles de muros que no se ven, pero que pesan. Muros que se construyen con el odio en unas ocasiones y con la indiferencia en otras. Muros que nos distancian de los que nos rodean: de lo vecinos, de las compañeras de trabajo, de la familia, de los amigos… Muros inconscientes y otros que no lo son tanto. Muros hecho de adobe, de arcilla o de hormigón.

¿Qué sucede cuando creces entre muros? ¿Cuándo consideras que el mundo es así y no puede ser de otra manera? Viale se hace esta preguntas y muchas otras. El relato discurre en un pueblo donde todos han crecido con un muro. Unos piensan que los que viven en el lado de acá son «los buenos». Consideración que también se otorgan los que viven en el lado de allá. Los «otros» son malos. Hasta que un niño se pregunta que qué es lo que hay «al otro lado del muro». Es una pregunta directa al lector, que conduce al texto hasta su desenlace. Ese sentimiento de superioridad, de creer que la diferencia nos hace a unos mejores que a otros, nos ha llevado no sólo a guerras mundiales sino a rupturas y enemistades.

«Del lado bueno» es un relato social, que nos hace reflexionar sobre el mundo en el qué vivimos y en el qué queremos que habiten nuestros hijos e hijas. Pero también es un relato íntimo que nos hace reflexionar sobre los mensajes que emitimos, los gestos que hacemos y los pequeños muros que levantamos con nuestras actitudes y manera de relacionarnos.

Stéphanie Marchal realiza un magnífico trabajo. Los fondos de las ilustraciones son blancos y la paleta de colores no es demasiada extensa. Eso ayuda al lector a identificarse rápidamente con los personajes, con todos, con los que viven en un lado y los que viven en otro, porque nosotros también podemos estar en cualquiera de los lados. El libro no existen ni buenos ni malos, no hay colores ni para unos ni para otros.

Un libro muy recomendado como manual práctico para derribar muros.

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