Artículos,  Narración

Pon una voz de una maestra en tu vida.

A todas las maestras y maestros de Educación Infantil,
especialmente a las que escucho a diario.

Insisto en los talleres y encuentros formativos en los que participo que es necesario que el alumnado escuche la voz del docente y que nosotros, los educadores, no sólo nos rindamos a las redes sociales, en los que abundan buenas narradoras y grandes historias, sino que pongamos nuestra voz, que es única y maravillosa, al servicio de nuestro alumnado.

Escucho cada vez más a menudo, y es algo que me chirría, a docentes decir cosas como: «yo no cuento porque no sé» o «yo no canto porque desafino». Puedo comprender que en ocasiones necesitemos modelos concretos, pero también que el mensaje que se le está dando al alumnado es que la perfección es lo único que triunfa, que existen voces excepcionales y que si no cantas como Malú o Canta Juegos, mejor que te calles, que tu voz no sirve, que mejor que te dediques a otra cosa, que lo conveniente es que silencies tu voz si no eres como el modelo, que te calles si no sirves para el concurso de televisión. Y me niego.

Me encanta que una canción suene afinada, que un cuento esté bien narrado. Pero me encanta la voz humana, con sus imperfecciones, con sus manías, con sus inflexiones. Disfruto con la naturalidad de un error y con la seguridad de que, aunque no ganemos el concurso de talentos de turno, he puesto el corazón y el máximo esfuerzo en lo que hacemos. Y lo hacemos lo mejor posible y lo intentamos.

Leer en voz alta cuentos a nuestros alumnos y alumnas es una obligación. Equivocarnos delante de ellos es un ejercicio de humildad. Los maestros y las maestras de verdad lo son. Y uno de los mayores aprendizajes que podemos transmitirles a nuestro alumnado es que el esfuerzo, la pasión y el amor que le ponemos a nuestras tareas. Y eso, bajo mi punto de vista, es más importante que el resultado que alcancemos con ellas.

Por favor, lee, canta, narra… no nos prives de tu voz, que es tu espejo, que es una arista de tu alma. Y este mundo, nuestra escuela, la necesita.

Estoy cerca de una clase de Educación Infantil de 3 años. Su maestra canta con mucha frecuencia. No necesita escenario. Tiene un público entregado, veinte soñadores y soñadoras, todos y todas diferentes, le esperan todas mañanas. Reconocen su voz, su cadencia, el sentido de sus pausas. Es algo que no se enseña de manera explícita. Es algo que surge. Es la magia de la educación. Es lo que no controlamos, lo que no aparece en las programaciones ni en los documentos. Ella sólo un ejemplo, un buen ejemplo, que escucho a diario. Pero estoy seguro que su alumnado y los que tenemos la suerte de escucharla, la conocemos más de lo que ella misma se imagina. No creo que gane ningún concurso de karaoke, pero como tantas docentes, saben que el premio significa otra cosa.

No nos quejemos si luego otros, con otros discursos, ocupan el lugar que nos corresponde, porque los espacios vacíos, tienden a llenarse.

Lectura efectuada en un aula de Educación Infantil.

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