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¿Por qué contar cuentos en familia?

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Introducción.

Aunque pueden existir muchas razones y argumentos para animarnos a contar cuentos en casa o en cualquier otro ámbito, incluso libros y cientos de artículos que avalan esta práctica ancestral que nos ha acompañado a lo largo de la historia de la humanidad, me gustaría insistirles en solo cuatro ideas. Es verdad que existen verdaderos profesionales de la narración oral, pero contar cuentos, hacer  que las palabras impulsen un cambio, es un derecho que todos, independientemente de la edad y la formación, tenemos en nuestro haber.

Yo insisto continuamente en dos ideas. La primera es que los cuentos no tienen edad, no se hacen exclusivamente para dormir a los niños, sirven también para despertar a los adultos. Y una segunda, los cuentos son un masaje para el alma, acompañan nuestros sentimientos, despiertan emociones: un cuento nos da la mano en silencio.

Ahora más que nunca, en estas circunstancias, la narración en el ámbito del hogar cobra, bajo mi punto de vista una trascendencia sin igual. Y estas son las razones principales:

Provoca encuentros.

La narración oral provoca encuentros en todas las direcciones: con los que nos rodean y con uno mismo, con los que escuchan y con los que narran. Se tienden puentes de ida y vuelta.

El que narra está poniendo mucho más que palabras. Está imprimiendo su carácter, en cada una de ellas, su manera de ver la vida, lo que considera importante y trascendental para ser feliz. Y todo eso crea lazos que nos hacen sentirnos grupo, familia, porque compartimos un mismo relato vital.

Le pone nombre a las emociones.

Por suerte todos somos diferentes. La educación que recibimos, las experiencias que hemos vivido, el ambiente en donde nos hemos desarrollado… Todo nos va modelando y nos va permitiendo colocar lo que sentimos y categorizarlo. Los cuentos y las historias narradas, nos ayuda a identificar esas emociones, y al sentirnos identificados con los personajes y las situaciones que viven de manera consciente o no, somos capaces de sentirnos reconocidos y de descubrir lo que estamos sintiendo, lo que vivimos hace un tiempo atrás o identificar, incluso prever, una emoción que está por llegar.

La creatividad y la imaginación.

«La vida no es lo que uno vivió, es lo que uno vivió y cómo lo recuerda para contarlo». Esta frase es de Gabriel García Márquez. Yo creo que la imaginación es, efectivamente, un proceso creativo, en donde el individuo tiene toda la libertad para manipular, crear y desarrollar los mundo deseados de la manera que quiera. Es la expresión de la libertad. La imaginación nos ayuda a entrenarnos para ser capaces de aportar diferentes soluciones a un mismo problema, buscar diferentes caminos para llegar al mismo lugar, anticiparnos y evaluar lo que sucedería y, a posteriori, comprobar los resultados.

La creatividad podría ser la capacidad de transformar lo que hemos imaginado en algo concreto que nos ayuda a vivir, que podemos experimentar.

Cuando escuchamos una historia, se nos abren cientos de posibilidades, porque, una de las características precisamente de los cuentos, es que todo es posible.

La empatía.

Básicamente, la empatía es la capacidad de ponernos en el lugar del otro, de ser capaces de inferir las emociones y sentimientos de los demás para entenderles y generar la respuesta más adecuada. En una historia, en un cuento, necesariamente tenemos que ponernos en el lugar de cada uno de los personajes, y descubrir los diferentes puntos de vista. Lo hace el que cuenta y lo hace el que escucha. Porque la vida es así. Es una botella que está medio llena y medio vacía. De alguna manera descubrir la vida de los otros es acercarnos a un mundo diferente, ideas dispares y maneras de entender nuestra relaciones con los que nos rodean y con nosotros mismos.

Existen muchas más razones, otras que quizás se circunscriben más en el ámbito de lo pedagógico, la antropología, la filología u otras ciencias y artes. Pero me quedo con estas cuatro.

Voy a compartir con ustedes un pensamiento, quizá excesivamente arriesgado, y por lo tanto quiero que me disculpen. Pero creo que alguien que ha dejado de creer en los cuentos es porque ha dejado de creer en sí mismo. Los cuentos no son una terapia, pero sí tienen un componente terapéutico en el más amplio sentido de la palabra. Nos ayudan a conocernos y a encontrarnos.

Vídeo: Un abrazo de cuentos.

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