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Salón del Libro Infantil y Juvenil de Madrid: breves apuntes.

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Hace una semanas participamos en el XXXVIII Salón del Libro Infantil y Juvenil de Madrid. Un espacio abierto para encontrarse con las últimas novedades de la literatura escrita para niños y jóvenes, aunque también es un espacio para volver a leer aquel libro que desató en ti una mirada desigual. No pretendo valorar la participación de la obra con la que la escritora Sandra Franco y yo estuvimos presentes, El elixir curalotodo, pero sí de proporcionar algunas reflexiones, mínimas, en torno la edición del libro infantil y juvenil.

Primero creo que la literatura infantil y juvenil (LIJ a partir de ahora) es antes que nada literatura. Quizás mi concepto de literatura está muy ligado al de escritor, y por lo tanto es una opinión muy sesgada que se aleja de la crítica o del estilismo o de la ética o de la semiótica o de la filología o de la antropología. Escribimos y tenemos la suerte que son los lectores con menos experiencias vitales los que se acercan a nuestra obra, buscando quizás eso mismo: modelos para confrontar su propia existencia. Por eso es tan importante el encuentro, el modelo, la cercanía, como la que encontramos en el SLIJM.

También creo que la LIJ es palabra. Pero no son discursos efímeros que se pierden o se esfuman. Es palabra concreta que se visualiza, se huele, se palpa, se mastica, se escucha: se comparte. La LIJ es solidaria en sí misma.

La LIJ son trazos que configuran argumentos que se confunden con las historias escritas. Las ilustraciones forman parte de la LIJ quizás porque los niños y niñas sean los únicos lectores capaces de hacer varias lecturas al mismo tiempo sin sesgos aparentes, sin condicionantes importantes traídos de afuera.

La LIJ necesita hoy más que nunca de intermediarios, editores que sirvan de mediadores entre el lector y el libro, que muestre el camino y que señale aquellas obras que no podemos dejar pasar por alto. No se trata de encadenarnos y obligarnos a mirar siempre para el mismo lado. Más bien todo lo contrario. El editor busca la independencia, el valor único y específico que aporta un libro, para que abra nuevos cauces y seleccione lo mejor entre tanta amalgama de publicaciones, para mi justo excesiva.

Si hay un libro para cada uno de nosotros, tiene que existir un momento para que el encuentro se produzca. Y eso ocurre en lugares como el XXXVIII Salón del Libro Infantil y Juvenil de Madrid, al que tuvimos la suerte de participar.

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