Ana y las flores
Una de las maestras del pueblo tenía la costumbre de sentar a los alumnos y alumnas alrededor de un enorme sombrero, del que sacaba un par de hojas garabateadas. En ellas escribía relatos sencillos, sin complicaciones. A los chiquillos les encantaban: casi siempre eran los protagonistas de aquellos disparatados cuentos. En septiembre, nos leyó una de esas historias: «Ana y las flores».
Así lo escuché yo, y así te lo cuento.
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